De 17 presos aborígenes, 13 resultaron absueltos. Los otros cuatro fueron juzgados por un caso de usurpación de tierras. En el medio, el debate sobre la criminalización de esa lucha y la promesa del gobierno de Piñera.
Por Ailín Bullentini, Pagina12
APLICO LA POLEMICA NORMATIVA
El año pasado, 34 mapuches procesados por la ley antiterrorista sostuvieron un largo ayuno; hubo manifestaciones.
El análisis del resultado que tuvo la huelga de hambre que 34 integrantes de comunidades mapuches presos sostuvieron durante más de 80 días en 2010 es complicado de realizar. Es que depende de los elementos que caigan bajo la lupa, la conclusión es positiva o nula. El final del juicio iniciado a 17 de esos huelguistas hace más de tres meses es ejemplar para comprender tal complejidad: el Estado y el Ministerio Público retiraron las acusaciones que habían impuesto a los originarios basadas en la ley antiterrorista, principal reclamo de la huelga. Trece de ellos resultaron absueltos. Pero los cuatro restantes fueron condenados por supuestamente haber emboscado a un fiscal y a tres oficiales de la Policía y atacarlos con armas letales, en el marco de un caso considerado por el gobierno chileno como usurpación de tierras. “La situación es complicada. El Estado desestimó el uso de la ley y eso presionó al Poder Judicial. Pero en los hechos, la antiterrorista continuó utilizándose hasta el final”, señaló Pamela Pessoa, en diálogo telefónico con Página/12. Su compañero, Héctor Llaitul, mapuche, es uno de los condenados. Sabrá el tamaño de su pena el próximo 22 de marzo.
–¿Por qué asegura que el juicio se basó en la ley antiterrorista?
–El juicio fue un proceso abiertamente direccionado a castigar y encerrar a militantes mapuches. Y no hubiera podido llevarse a cabo esa misión a no ser a través de la aplicación de la ley. Mi compañero y los otros tres mapuches que fueron condenados son los únicos del total de acusados que integran la Coordinadora Arauco Malleco (CAM, que reivindica la autonomía de las comunidades mapuches en Chile). Quedó demostrado que la intención del Ministerio Público Fiscal fue siempre criminalizar la lucha mapuche. Trece hermanos de comunidades originarias fueron absueltos, pero las condenas que recayeron sobre mi compañero y los otros tres hombres no tienen razón de ser, más que para enviar un mensaje a la organización ideológica y política que lucha de manera más radical contra las inversiones capitalistas en territorios mapuches en Chile. Las acusaciones de la fiscalía fueron realizadas con el aporte de testigos “sin rostro”, secretos. Ni la defensa ni el tribunal pudieron acceder a esos testigos. Tal mecanismo se tiene en cuenta por la ley antiterrorista. Eso es lo que se hizo, y el Estado chileno no hizo demasiado por impedirlo.
Llaitul, Ramón Llanquileo, Jonathan Huillical y José Huenuche fueron considerados culpables de homicidio frustrado al fiscal Mario Elgueta y lesiones en contra de tres funcionarios policiales, en el marco de una supuesta emboscada que esos funcionarios denunciaron en 2008. Entonces, un grupo de comunidades a las que pertenecen los 17 mapuches que ocuparon el banquillo de los acusados frente al Tribunal Oral de Cañete acampaban en los terrenos donde ancestralmente se localizaban y que, por estos años, son ususfructuados por una empresa forestal. Además, fueron condenados por robo con intimidación en perjuicio de José Santos Jiorquera, un agricultor chileno acusado por los organismos defensores de los pueblos originarios de ceder su estancia a miembros de las fuerzas de seguridad pública en épocas de la dictadura de Pinochet con fines de tortura y secuestros clandestinos. Ninguno de esos cargos tiene la carga de terrorismo que poseían al inicio del proceso.
–¿Cuáles fueron esas pruebas?
–Una es el testimonio de uno de los cuatro condenados, a quien la policía mantuvo 16 horas detenido de manera ilegal, durante las cuales fue torturado. Bajo tortura, el hombre firmó una declaración en la que se asume como atacante del fiscal y los acompañantes en la noche de la supuesta emboscada. Hoy, Jonathan Huillital Méndez sostiene una denuncia contra la policía de investigación chilena por torturas, que se encuentra en proceso. La otra prueba es el testimonio del testigo secreto nº 26 –la Fiscalía presentó 36 pero sólo declararon siete–, una persona que estuvo imputada durante el inicio del proceso judicial, pero que quedó fuera del juicio al haber colaborado con la versión oficial de la emboscada. Como declaró que Héctor había ideado todo el ataque al fiscal y a la policía, el Ministerio Público dejó de perseverar en su acusación.
–¿Por qué considera que ambas pruebas no son suficientes para determinar las condenas?
–No son justas. Pero además, que esos dos elementos hayan sido los tomados en cuenta para determinar la existencia del delito y la culpabilidad certifica que la Justicia sigue aplicando la ley antiterrorista. Sólo esa norma permite la presentación de testigos sin rostro. La tortura es inadmisible. Incluso la Defensoría Pública consideró el fallo como un retroceso de la Justicia chilena a la época de la dictadura de Pinochet.
–¿Cómo considera la absolución de los otros 13 mapuches que fueron sometidos a juicio?
–Es un hecho muy significativo y sin duda hay que leerlo como una victoria del pueblo mapuche. En gran parte se debió a la huelga de hambre del año pasado, que sirvió para descomprimir la situación. Ahora restan otros dos grandes y emblemáticos juicios en los que se intentará criminalizar a hermanos que no hicieron más que reclamar por sus territorios: uno en Angol y otro en Temuco.
–¿Consideran que a resolución del juicio responde al reclamo de ustedes respecto de la ley?
–El gobierno cumplió con su parte del acuerdo surgido luego de la huelga. Prometió eliminar de su querella la ley y cumplió. Las acusaciones por las que condenaron a los mapuches son penales. Sin embargo, la ley se utilizó de hecho durante todo el juicio. El veredicto está basado en fragmentos de esa ley, incluso. En ese sentido, la lucha será más larga.
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